50 años de vida y más

Cincuenta años de vida, y más. Cincuenta realidades encontradas. Miles y miles de personas en la madrugada del último sábado del mes de mayo, o en el primero del mes de las flores. Miles de carteles y octavillas a lo largo del tiempo entregadas en persona, entrevistas en radio, prensa, televisión e internet, centenares de jóvenes en este medio siglo de historia, han marcado un hito importante en las vidas de muchos que hoy siguen, y otros muchos que han triunfado cerca de la Virgen María. Kilómetro y kilómetros de tinta y de ilusión, no solo en Zamora, en Castilla y León, en otras comunidades, también en Hispanoamérica. Una realidad heredada que vio la luz hace cincuenta años en Zamora, en el Gran Rosario de la Aurora. Más años en el Rosario del primero de mayo, y sigue hoy viva, diáfana y espléndida, con la novedad de la creatividad y la frescura de cada año.

En cada mañana, madrugada del Rosario de la Aurora, se unen la oración, el sacrificio y la ofrenda, las generaciones jóvenes y mayores. La Virgen se arropa en la fría mañana con las flores contemplativas de la oración Clarisa. La imagen se acerca al centro de la Ciudad, en la plaza Mayor de manos de otras madres que te abrazan, tú modelo. Allí se olvidan las ideologías y las tendencias sociales, se olvidan las tensiones y las diferencias, porque la Madre es una y a ella cantamos, rezamos y acompañamos en una ofrenda única. Las calles de nuestra ciudad, al amanecer, se visten de plegaria. Muchos duermen, y otros muchos también velan para llevarlos a todos en su oración. Las manos acarician y aprietan los rosarios peregrinos. La vida de cada persona, durante el Rosario de la Aurora, es un canto a la esperanza; la certeza de que es posible un mundo mejor, de que es posible que los hombres y mujeres de nuestro tiempo se unan, se perdonen y caminen juntos. Cada Ave María desgranada entre los dedos, son armonías que arpegian el corazón de cada peregrino con la guitarra de la mañana.

«Caminar, caminar, dar la vida, caminar sin desfallecer», «con viento, lluvia, frío o sol» en la aurora, … A pesar de la oscuridad de nuestro mundo, tú nos regalas la fuerza en el amor. El tiempo va por dentro y el sol, para un corazón orante, luce siempre a pesar de las nubes.

Las flores que visten la imagen de María, sea Milagrosa o Auxiliadora, nos recuerdan que la oración y la penitencia son el instrumento de paz que nos brinda Fátima a través de tres pastorcitos, sencillos, niños, pobres, …, los últimos y los primeros a los ojos de la fe, ininteligible para el mundo. María camina elevada por los sencillos, arropada de flores, aromas de primavera y canto de vencejos. Ella camina con un norte claro, Jesús Eucaristía. Es el centro. María nos lleva a Jesús. Es la medianera de todas las gracias. Así ─en el templo grande de la casa de Dios─ se elevan nuestras súplicas desde un corazón mariano, porque es ella quien mejor nos conduce a Jesús. De sus manos recibimos el misterio escondido de la luz y la eternidad, antesala eucarística del cielo; y el corazón se recoge, se mete dentro y se eleva como el perfume de la mañana en el cántico y la plegaria. Ya no hay miedos, el temor se desvanece, la tristeza se retira para dar paso a la antesala de la pascua eterna. El…, dentro. Cristo, alegría del mundo. Gracias Madre, nos acogemos a ti. Guarda a nuestras familias, nuestros jóvenes y niños, nuestros ancianos; protege a tu Iglesia, a tus sacerdotes y consagrados. Suscita nuevas vocaciones que sepan decir un sí definitivo al Señor, un sí de cada momento, nuevos relevos que te den a conocer con un estilo de vida lleno de evangelio. Cúbrenos y acógenos en tu regazo, que necesitamos de ti. Que tus rosas se difundan por todos los hogares, por todos los rincones de nuestra ciudad ─aunque no sean conscientes─ y sientan tu presencia entre nosotros. Quédate con nosotros, Señora, quédate Madre buena. «Salve, Dios te salve, Reina y Madre …». Cincuenta años son pocos para darte las gracias por tanto bien. Concluye el mes de mayo, pero nos acompañas con tu fiesta de la Visitación. Vives en campaña continua y nos regalas la esperanza del Corazón de Jesús en el nuevo mes de junio, arropados por el Centenario histórico y profético de la Consagración de España a su Sagrado Corazón. Te citamos para el año que viene, ya arde nuestra ilusión por darte a conocer de mil maneras y con los medios modernos que ofrece nuestra civilización. Cincuenta años de luz…, que se prolonguen sin pausa, Ave María.

Rogelio Cabado

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